Estoy conmigo.
Son las 20:00. Me subo las mangas y me pongo a amasar una pizza casera, con la música de fondo para acompañar la noche.
Bailo al ritmo de las canciones que más me gustan mientras hundo los dedos en la masa. Escucho a mi gata jugando en el comedor, acercándose de vez en cuando y maullándome como quien saluda al pasar.
Agrego más agua a la preparación y sigo amasando. La masa ya está lista, la paso a la mesada y prendo el horno.
Pongo la piza en el horno mientras rebusco algo para tomar. "Agua, como siempre", pienso mientras sonrío bailando al ritmo de la música.
Y es en ese preciso instante, en el que estoy sola sentada a la mesa un sábado por la noche, en el que empiezo a disfrutar. El queso derretido y el sabor de la pizza me llenan la boca, mi gata se sube en mi regazo de un salto acomodándose para echarse una siesta.
Y es ahí cuando caigo en la cuenta.
No estoy sola. Estoy conmigo.
Y estoy bien así. Hoy estoy en paz.
Me alegro! Es buenísimo cuando te das cuenta que no estás ni necesitas a ese alguien, y no ver la soledad como algo malo. Disfrutar la autosuficiencia llenadora de estar con una misma.
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